Las heroínas olvidadas de la Batalla de Pichincha                       

Con la espada en la mano el héroe niño confronta al enemigo. Una bala le rompe el brazo derecho, otra bala le destroza el brazo izquierdo, una descarga de cañón le despedaza las piernas. Sin brazos y sin piernas el joven sostiene la espada con los dientes y en medio de un charco de sangre enfrente a la muerte y lanza el último grito: “Viva la patria”. Este relato alucinante escrito por un fabulador de la historia llegó a difundirse en el Ecuador republicano durante buena parte del s. XX.  

La desproporcionada narración logró inflamar el patriotismo de la población e indujo a concebir la Batalla del Pichincha, uno de los hitos fundamentales de nuestra historia, como un suceso sensiblero y desfigurado. Manuel J. Calle y otros autores que vinieron después de él se recrearon fabricando mitos insustanciales sin advertir que estaban marginando a figuras valerosas de la historia.                               

La gesta de Pichincha coronó de gloria a Bolívar y Sucre y les colocó en altos pedestales de la historia de América. La victoria alcanzada por el mariscal Sucre fue uno de los más grandes logros del libertador Simón Bolívar en su campaña para conseguir la independencia de las colonias españolas.                 

La historia registra también nombres como los de Andrés de Santa Cruz, Daniel Florencio O’Leary  y otros personajes, además de los 200 soldados que dieron su vida por la libertad, los 140 heridos que quedaron en el campo de batalla junto al teniente Abdón Calderón y varios oficiales jóvenes que estuvieron al frente de los 2900 combatientes.                 

Abdón Calderón Garaicoa, el “héroe niño” es  uno de los más notables personajes que pelearon en Pichincha. Sucre y Bolívar destacaron la valentía del adolescente de 18 años que fue ejemplo de valor para todos los combatientes y la historia ha reconocido su heroicidad. Envuelta en un halo mitológico, la figura de Calderón ocupó buena parte de la vida republicana y el mito se ha ido diluyendo en el tiempo. El joven no murió en el campo de batalla como dice la descripción de Calle. Falleció 14 días más tarde como consecuencia de las heridas que recibió en el combate.

¿Y las heroínas marginadas?  El patriotismo y la valentía de las mujeres que lucharon por los ideales libertarios no es un mito. Indígenas, negras, mestizas y criollas se sumaron al proceso de la libertad con pasión y valor. Sus nombres han sido injustamente relegados y excluidos.     

Manuela Sáenz, la primera prócer femenina del Ecuador fue una de las más comprometidas con la libertad de América. El 2 de agosto de 1810, tras el asesinato de los patriotas que se encontraban encarcelados en el Real Cuartel de Quito, la adolescente de 14 años resolvió unirse a la causa libertaria antes de conocer personalmente al libertador.  En la Batalla de Pichincha ayudó a rescatar y curar a los heridos, proporcionó vituallas a las tropas, prestó apoyo logístico y humanitario. Después combatió en las batallas de Junín y Ayacucho.     

Detrás de Manuela están los nombres de heroínas ignotas como la lojana Nicolasa Jurado, las pillareñas Inés Jiménez, Gertrudis Esparza, Rosa María Robalino y otras que tuvieron destacada participación en la gesta de Pichincha y se inscribieron para participar en las batallas con nombres de varones debido a que las autoridades militares habían prohibido a las mujeres formar parte de las tropas. Jurado peleó en Pichincha y recibió varias heridas de gravedad.  Esparza, Jiménez y Robalino, paisanas del general Rumiñahui, siguieron el ejemplo de la lojana y del héroe de la resistencia indígena.   

Triste conmemoración. 200 años después los próceres continúan arrinconados. El 24 de mayo los desvergonzados volverán a utilizar a los héroes y heroínas que nos dieron la libertad para ofender sus nombres y manchar la historia. El bicentenario de la Batalla de Pichincha nos sorprende combatiendo entre hijos del mismo pueblo, con la justicia corrompida, la  política prostituida por la codicia, el gobierno inoperante y las mafias controlando el Estado. 

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